
Luego de almorzar al mediodía la “bandera dominicana”
(arroz, habichuela y pollo) no se puede quedar una sabrosa taza de café caliente
que deleita el paladar, pero que en esta época enciende más el calor de nuestro
cuerpo.
Remigio Antonio De La Cruz Solano (Don Remi), era un
hombre fornido de unos 69 años de edad. Muy jovencito había participado en la
Revuelta Armada de abril de 1965, era un alistado del ejército y mantuvo
fidelidad al líder del Centro de Enseñanza de la Fuerzas Armadas (CEFA) quienes
combatían contra el interés de la mayoría de la población.
Don Remi era uno de los que se sentaban debajo del framboyán
a jugar domino y pasar el rato. Vivía en
una buena casa del sector manteniéndose de la pensión que le habían dado como
coronel retirado.

Don Remi tenía por costumbre acostarse a las nueve de la
noche. A eso de las dos treinta de la madrugada los cacos deciden poner en ejecución
su plan. Entraron por el patio y forzaron la puerta trasera, lograron penetrar
a la vivienda y se dirigieron a las habitaciones en busca de dinero.
El viejo militar era muy ligero de sueño escucho ruido en
la cocina y se quedó en su cama, esperando su momento. Cuando vio una silueta acercarse
al almario saco su vieja arma y disparo. El cuerpo del malhechor rodo por el
piso e inmediatamente se escucharon ruidos en la sala, parecía que alguien se
apresuraba a huir. Don Remi con mucha agilidad se dirigió a la puerta
principal, abrió y vio a alguien huyendo del lugar, disparo de nuevo. El ladrón
callo, poniéndose de pie inmediatamente y desapareció.
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