
Los vecinos decían que se iba a los extremos, recordaban
aquel día que el chico encontró la cartera del Pastor evangélico “Don Chucho”.
La cartera tenía dos mil pesos y el “tonto” como le llamaban fue y se la devolvió.
Se reían recordando la recompensa que le había dado el pastor, veinte pesos.
El Papa de los Rodríguez le puso ese nombre por la admiración
que sentía del comandante Camilo Cienfuegos, de la Revolución Cubana. Siempre
andaba buscando las hazañas de este guerrillero y contándosela al chico,
Camilo desde su adolescencia se las había pasado
perdidamente enamorado de la hija de la profe Chea, la profesora más popular de
la escuela pública. No se atrevía a
decirle nada porque no tenía nada que ofrecerle, pero tan pronto comenzó a
trabajar en la zona franca se decidió e iniciaron su noviazgo, vivía soñando
con el día en el pudiera hacerla su esposa.
A Camilo le gustaban las cosas muy correctas, por eso tenía
problemas con su hermano menor Gustavo y sus gustos por lo ajeno, pero, el
mismo decía el viejo refrán de que “la sangre pesa más que el agua”. Ahora
bien, en cuanto al amigo Pucho, pues a ese sí que no soportaba, había escuchado
de todo el prontuario delictivo que tenía ese rufián y la sangre se le calentaba. Es por lo tanto
que Rosa llego a pensar hablar con este del ultraje de Pocho, pero luego se arrepentía
pensando en las consecuencias que podría tener todo aquello
Rosa recordaba aquel día de terror cuando su hermano toco
a la puerta estando Pocho allí, por su mente pasaron todo tipo de pensamientos.
Pocho que había pasado por todas clases de suerte reacciono rápido. Tomo un
cuchillo que traía en la cintura, le dijo a la chica que cuidado si decía algo
y se escondió debajo de la cama. Rosa se cubrió el cuerpo con una sábana, antes
de que su hermano entrara a la habitación.

Cuando Camilo entro con rapidez le pregunto qué está
pasando. Rosa le dijo que con qué. Que he encontrado la puerta cerrada a esta
hora de la mañana y tú no habría, le dijo. Hahn, le infirió Rosa. Es que no me sentí
bien, me dolía la cabeza y la barriga y me acosté un rato. El chico pensó muchas
cosas, pero andaba de prisa. Le dijo: me voy de una vez, solo vine a buscar el
carnet del trabajo que se me quedo.
Se marchó seguido y de una vez apareció Pocho antes de
que ella se bajase de la cama. La tomo por el brazo y se acercaron a asegurarse
de que Camilo se había ido realmente. Después de esto las cosas se ponían más fácil
porque ella no quería problema y el aprovecharía esta ventaja. Esta vez la violación
fue en la cama. Al principio Rosa se resistía a los besos, pero con su
insistencia y ambos desnudo termino respondiendo a las caricias, aunque en el
fondo lo brusco del delincuente le molestaba.,
Las visitas de Pocho se hicieron con más frecuencias y ya
la chica ni siquiera se defendía. Ella entendía que se estaba enamorando. Comenzaba a pensar con
seriedad en Pocho. Se daba cuenta que comenzaba a extrañarlo y desearlo. Esos
encuentros amorosos cada vez eran más satisfactorios.
Ya la pareja tenían dos meses viéndose cuando aquel día
Rosa no conciliaba el sueño. Algo le preocupaba, sentía un nudo en la garganta,
su instinto le decía que una mala noticia le darían. A eso había que añadirle
que su salud no le estaba respondiendo bien últimamente.
Los padres de Rosa se levantaban temprano para salir a
trabajar. La madre limpiaba en el ayuntamiento y el padre trabajaba en la recolección
de basura. Ambos estaban tomando café cuando llegaron varios vecinos
despavoridos a informarle sobre un tiroteo que había habido en La fuente. Decían
que habían matado a un tal Gustavo de la Macarena.
Los padres de Rosa sabían lo que tenían. La señora se abalanzo
a la habitación y confirmo que su hijo no estaba. Rosa que estaba sentada en la
cama lo había escuchado todo. Su cara se palideció, sabía que tanto Gustavo
como Pocho salían a delinquir juntos. En ese mismo instante escucho a un vecino
decir que el otro estaba baleado. La madre de Rosa no resistió más y rodo por
el suelo. Todo fue confusión en la casa. Los hermanos también se levantaron al
escuchar todo el jolgorio.
Aquello se convirtió en un infierno. Nada se entendía.
Rosa en la cama no se movía, había perdido las fuerzas, su palidez aumento en
todo su cuerpo, perdió el conocimiento.

Continuara…
Humberto Guerrero
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